jueves 4 de julio de 2024

Recibió reconocimientos

El legado de “Bichito de Luz” en sus 50 años se traduce en la excelencia de la educación

La “tía” Adela Sarmiento es emblema de la unidad educativa también denominada “Nuestra Señora de Itatí”, pues en su regazo varias generaciones se educaron desde 1974.
La directora del kínder y unidad educativa Bichito de Luz - Nuestra Señora de Itatí. Foto: Wara Arteaga.
La directora del kínder y unidad educativa Bichito de Luz - Nuestra Señora de Itatí. Foto: Wara Arteaga.
miércoles 24 de abril de 2024

Una tarde, uno de los hijos de Adela Sarmiento, de apenas dos años, arrojó su chupón hacia el jardín. Más tarde, como no dejaba de llorar porque lo extrañaba, la madre le preguntó por el lugar a donde lo había tirado, el niño respondió señalando un punto a lo lejos en el jardín, “por allá, mamá, por donde los bichitos de luz”, describió inocente a las luciérnagas. “Andá a buscarlo”, respondió Sarmiento con una sonrisa cómplice.

De aquella historia familiar y del significado de iluminar con conocimiento y valores a las pequeñas mentes viene el nombre del kínder y unidad educativa “Bichito de Luz - Nuestra Señora de Itatí” inaugurado hace 50 años en la zona Miraflores. “Todo tiene una historia”, concluye la maestra y directora.

Los registros señalan que la unidad educativa inició con dos secciones, una de pre kínder y otra de kínder, con unos 25 alumnos por curso y, de acuerdo a la currícula de entonces, con 12 maestros con especialidades. 50 años después, tiene en sus aulas a 550 alumnos en los niveles de inicial, primaria y secundaria, con quienes aplica “una educación personalizada”.  

A lo largo de los 50 años, la formación que ha impartido Adela Sarmiento se traduce en miles de anécdotas, como las que vivió con los alumnos recién llegados de la mano de sus padres, a quienes vio crecer, graduarse de la universidad y regresar al kínder a mostrar con su título y decir orgullosos, “mira tía Adela, ya soy profesional, gracias a ti”.

Psicóloga, educadora, profesora de música y artes plásticas, abogada y enamorada esposa del pediatra Ángel Costa, la argentina Sarmiento relata que considera a todos los niños que ingresaron a estudiar, como sus hijos, ellos se convierten en parte de su familia y la de sus maestros.

“He perdido tres hijos recién nacidos”, relata con voz serena, “pero Dios me ha bendecido con miles de niños para ser su madre, cuidarlos y darles educación. Varias generaciones de niños han crecido en mi regazo, les he secado lágrimas y para quienes eran difíciles de convencer de quedarse a estudiar, siempre les tenía un juguete a la mano”, recuerda Sarmiento y señala un conejo de peluche.

Detrás el conejo, en la pequeña oficina en la que se decide el camino de la unidad educativa, hay una vitrina, y en los dos últimos estantes decenas de reconocimientos y condecoraciones atiborradas como en un microbús, ya no caben más. “Y ya no tenemos espacio, en mi casa tengo varios otros”, dice Sarmiento.

Las paredes de la recepción también parecen pequeñas para los diplomas de reconocimiento y las fotos de algunas de las promociones de alumnos. Las plaquetas de estaño, con las largas listas de los planteles docentes, contrastan con el verde, azul y amarillo de paisajes donde los bichitos de luz dan el ambiente de un parque infantil y terminan de darle un toque cálido, en el que rebotan las risas y gritos de los niños.

Los niños de Sarmiento son disputados por las universidades, ella afirma que los vienen a buscar para ofrecerles becas y varios de ellos continúan sus estudios en el exterior. En el escritorio de la maestra, hay dos cosas que destacan, la foto de su esposo y la imagen de la “milagrosa imagen” en miniatura de la Virgen de Itatí.

“Por allá a la tardecita, dentro del espacio azul, están jugando a la mancha, diez mil bichitos de luz. Como va siendo de noche todos llevan un farol, que apagan para esconderse como diciendo ¡a mí no! Que encienden para mostrarse como gritando ¡aquí estoy! Por allá, a la tardecita dentro del espacio azul, están jugando a la mancha diez mil bichitos de luz”, declama la maestra con un destello de ternura que miles de sus niños se llevaron como recuerdo en estos 50 años de historia y legado de educación.